martes, 27 de octubre de 2009

FRASES CÉLEBRES (O NO), por José Manuel Cañamares

Cuando uno está leyendo un libro de repente aparece una frase, un párrafo, una observación, una conversación… que le produce una pequeña convulsión, que le hace pararse, releer y pensar con detenimiento en su significado. Y no tanto por lo que el escritor ha querido decir (¡a saber!) sino por lo que en uno provoca. No se trata tanto de una “cita” hermosa, de una frase inteligente, sino de que esas palabras “llegan” a uno y le incitan a reflexionar, a buscar un sentido propio a lo leído, a acoplar esas palabras a la experiencia personal. Me gustaría compartir con vosotros algunas de estas frases, con la intención de ver si también generan en vosotros alguna emoción más allá de la puramente racional de la lectura. Hoy os presento una pequeña parte de una conversación que José Saramago escribe en “El hombre duplicado”: “Lo que tenga que ser será”, dice el protagonista (Tertuliano Máximo Afonso). Y su conciencia le responde:”Conozco esa filosofía, suelen llamarle predestinación, fatalismo, hado, pero lo que realmente significa es que harás lo que te dé la real gana, como siempre”. Lo que me llama la atención es cómo utilizamos el lenguaje a veces para esconder la verdadera intención. Es cierto que “lo que tenga que ser será”, o el religioso “que sea lo que dios quiera” o la española de “salga el sol por Antequera y póngase por donde quiera” parece que tienden a dejar en manos del destino, la casualidad o el azar las consecuencias de nuestros actos, pero no tienen en cuenta u obvian (¿ingenuamente?) que esas consecuencias se producirán a partir de decisiones, acciones o inacciones que nosotros tomamos. Hay muchos ejemplos en este sentido, pero quizá uno de los más llamativos es el que determina en los medios de comunicación que se llame “soldado” a los “nuestros”, “terrorista” o “asesino” a los “enemigos” y, si no tenemos muy claro si son amigos o enemigos, pues… se les llama “guerrilleros” y ¡ya está! En resumen ¿utilizamos el lenguaje, retorciéndolo, para no responsabilizarnos de nuestros actos?
José Manuel Cañamares

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