jueves, 22 de octubre de 2009

MARCUSE, PUNSET, POLÍTICOS Y FOCOS CENITALES, por Oscar H


La visita de Punset, Eduardo Punset ha consisitido en una estrategia para componer un cuadro de costumbres político y social. La trampa, un señor con una pinta a lo Punset, es decir una mezcla entre Einstein y el doctor chiflado proveniente de tierras catalanas. Pero ¿por qué se prestó a ser el doble de sí mismo? no lo sabemos, posiblemente por dinero, me han dicho, aunque quizás sea, pienso, por la simpatía que despierta este hombre televisivio, que siempre hace entrevistas en inglés, y siempre con amigos, un plantel de amigos de lo más nutrido del mundo de la ciencia, y siempre viajando, de aquí para allá, y enseñando o aprendiendo, más bien, de sus nietas, cuál es el sentido de la vida. Aunque todo esto parezca ridículo, lo ridículo fue ver la cara que se nos puso a todos, cuando descubrimos que aquel señor no iba a hablar aún y que efectivamente iba a comportarse como un doble, desgraciadamente mudo. Durante todo ese momento era una especie de artista inivitado, al que no le daban ninguna línea en el guión. Todos, más tarde, en una explosión de libido reprimida por tanta agresividad acumulada –el responsable de esto fue Soria y Cajacanarias con su discurso único y funcional, ovacionamos a este showman, el supuesto doble de Punset, con su verborrea casi cómica, inteligente y muy seria, que nos convocó, sin pretensiones y con un lenguaje muy cercano y dialógico a reflexionar sobre el papel de la ciencia, la tecnología en nuestra sociedad: el papel de las emociones y la inteligencia y cómo es posible que seamos tan ignorantes para algunas cosas, y a quién le ha de convenir esa ignorancia. Cuenta Marcuse en su libro El hombre unidimensional, que la ciencia y la tecnología son un progreso limitado, en el sentido en que debe mirarse qué poder fáctico lo está detentado, qué se persigue con el uso de ese progreso, cuál es el abuso de esta aplicación, y cuáles son sus consecuencias morales, históricas, humanas, filosóficas, etc. Lo de unidimensional es producto de la eliminación de la dialéctica que promueve la contradicción, el ejercicio sano de la resistencia, de la negativa a un status quo, programado e impuesto, él diría: predeterminado. Lo relevante en estos tiempos que vivimos es que pocas veces queremos ver las orejas al lobo. Pero este viernes, 9 de octubre de 2009, a las cinco de la tarde (Lorca dixit) yo pude verlas. La convocatoria en el auditorio de nuestra gran cajacanarias, para ver a este Sócrates del siglo XXI, este Voltaire de nuestros días, divulgador de cierto pensamiento estadístico, científico y metodológico, que dirige el programa de televisión Redes, fue una trampa. Nos esperaba el doble de Aznar, don José Manuel Soria, vicepresidente de nuestra comunidad, y consejero económico, dando una charleta sobre las previsiones de nuestra economía en tiempos de crisis, enumerando una serie de medidas que facilitarán que la macroeconomía especulativa (tecnológicamente cruel, voraz y criminal), nos afecte lo menos posible, diciendo que la clave está en no subir los impuestos y en ajustarse el cinturón. Lo que significa reducción en los servicios sociales, pero también inyecciones, o algo así, para incentivar o estimular la inversión, la iniciativa empresarial, qué sé yo, de manera que se excite el consumo. Yo no sé a ustedes pero a mí este lenguaje me parece de lo más sexual que he escuchado en mucho tiempo. Y volvemos a Marcuse, que dice que cuando nuestra vida sexual se focaliza en el lecho burgués, que de acuerdo con Freud, supone la liberación de una libido socialmente permitida y favorecida, va a protagonizar una sexualidad parcial y localizada, equivalente a una compresión de la energía erótica, provocando el crecimiento desenfrenado de formas de agresividad sublimadas y no sublimadas. Es decir que recibimos indefensos e ignorantes, una cantidad de agresividad coercitiva y destructiva, proveniente de una represión sistemática, desde varios frentes (el material y el abstracto), capaces de hipnotizarrnos con un lenguaje orwelliano, y hacernos sentir culpables y resignados por lo mal que va todo. Por eso Soria, atrapado en su discurso enseñó las orejas y algún que otro colmillito, cuando llegó el momento de dar explicaciones serias. Atrapado como estábamos nosotros en aquel auditorio (si salías a descansar, te prohibían la entrada y poder disfrutar de Punset) me acordé del cuento de Cortázar, La autopista del sur, donde el protagonista se quedaba atrapado en un atasco en la autopista, durante muchos días. Dice Cortázar que pudo comprobar que todas las reacciones que tuvieron los personajes fueron el remedo inventado, de lo que le aconteció a él mismo un tiempo más tarde. El cuento se convierte en una especie de laboratorio experimental donde se pone a prueba la cohesión de la sociedad. En los momentos más críticos, se despiertan ciertos valores, como el de la solidaridad, que parecen borrados en nuestra vida-colmena. Creo que el elemento de cohesión en nuestro caso fue la constatación de un engaño, cuando aturdidos pudimos ver al supuesto doble de Punset siendo cómplice de nuestro sufrimiento. Ese hombre adorado al que habíamos ido a escuchar rechazó quedarse las dos horas que mediaron, hasta su intervención, en el escenario, junto al conferenciante, pretextando que le molestaba la luz. En un momento preciso se levantó, mientras Soria conferenciaba, y descendió de las alturas políticas para acercarse al pueblo llano e ignorante. Cuando por fin todo terminó apareció de nuevo Punset, el gran Punset (doble de sí mismo hasta ese momento, por haber aceptado la invitación a un acto propagandístico como éste )y supo, inteligentemente desmarcarse, ahora con el verbo, diciendo, más o menos, lo siguiente: “esta luz proveniente de estos focos cenitales hace que todos ustedes me vean, maravilloasamente bien, pero, por el contrario me impide que yo los vea a ustedes, y eso es, precisamente, lo que yo pienso de los políticos: todos los vemos a ellos, maravillosamente bien, pero ellos son incapaces de vernos a ninguno de nosotros”. Pues eso.

Óscar H.

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