sábado, 31 de octubre de 2009

LA PIRÁMIDE EXISTE, por Carmen G.


A punto de cumplirse ya tres años de la muerte de Mario Cesariny me acerco de nuevo a él con la certeza de saberlo vivo entre sus versos. Cesariny el prestidigitador, Cesariny como un “navío de espejos” reflejado en mi garganta, Cesariny descubriéndome “el arte de bailar en silencio”, Cesariny en lo más alto de su pirámide.
Hace años lo encontré en el humo colgante y sutil de su cigarro y su voz me hizo pequeña. No voy a olvidar nunca como aquel hombre de delgadez casi cadavérica se acercó al micrófono para deleitar a una sala completa de oyentes con su maravilloso “poema pudiendo servir de postfacio” A pesar de ser una de las figuras más importantes del surrealismo portugués tanto por su obra poética como por su faceta pictórica, se nos presentó, a todos los que allí nos convocamos, como un gran desconocido. Y ese desconocido llegó a mí para quedarse. Llegó a mí para enseñarme que la pirámide existe aunque a veces no se vea, que la pirámide “dice cosas” que la pirámide duele. Porque si se puede decir algo de la poesía de este hechicero, es que duele. Duele, sangra, escuece, desfallece y mata sublimemente.


La Antología que ahora tengo en mis manos nos presenta sólo una muestra del Cesariny que bajo el puño atroz de una dictadura, la de Salazar, se trajo consigo el “no” bien alto, el aullido contestatario del surrealismo encontrado en Breton o en su querido Artaud, al que dedica un poema en Pena Capital. También nos encontramos vagando por estas páginas el latido de Pessoa, del que dice en la nota de primera edición que “es un gran poeta que viajó siempre en primera clase, incluso cuando estaba parado”.
Él mismo se define en su autobiografía así: “soy un hombre/un poeta/una máquina de ensartar vidrio de colores” y esa máquina se encargó de “denunciar la desesperación” por medio del arte. No hace mucho, vi un vídeo suyo recitando en una playa. Me emocionó como si hubiera perdido a alguien de mi familia. Es increíble que se pueda llegar a sentir tal cercanía por alguien que se conoce sólo a través de su obra.
Muéstrame, Cesariny, dónde has dejado, al marcharte, una pirámide para mí, “porque tú estás en mí como yo estuve en la cuna /como el árbol bajo su corteza/ como el navío en el fondo del mar” .
Carmen G.

1 comentario:

  1. "ah mas então a pirâmide existe?
    ah mas então a pirâmide diz coisas?
    então a pirâmide é o segredo de cada um com
    o mundo?"

    Sí, yo también recuerdo un día, el día... y su cigarro ultra-ultra light y su voz...
    está claro, la pirámide existe.

    ResponderEliminar