viernes, 13 de noviembre de 2009

Re-encuentro













Acercarme nuevamente, tras cierto tiempo, a la obra de Julio Cortázar, ha sido como sumergirse, como arrastrarse a la manera de ese extraño (y no tan extraño) personaje innombrable que tan pugilísticamente nos endosó Samuel Beckett con su obra (derechazo directo al mentón de la conciencia). 62, modelo para armar y Libro de Manuel, radicales antebrazos de una escena vívida de sangre sobre la lona, rastrean, a su manera cada una y en registros que se entrelazan, cruces de caminos (lugares comunes) que todos habemos transitado tarde o temprano, alguna vez. Nuestros paredros (esos seres que nos emulan y nos trascienden como espejos postrados en la distancia) viven nuestras vidas, sin siquiera pedirnos permiso. Cortázar los menta en ese agujero de gusano que crea con su inconfundible estilo. Tiende puentes desde Rayuela hasta París, Londres, Buenos Aires o cristales que devuelven la realidad cambiada, distinta a la percepción cotidiana de nuestros sentidos. Liberada de ese esbozo de Morelli, 62... nos adentra en la experimentación de una historia que se nos vuelve secundaria, ya que lo que prima son los sujetos-calidoscopios y no sus sugeridas vidas. Novela pura que, cual un puzzle, debemos (o no) re-construir, ejercitándonos como personajes de más en el imaginario de Cortázar. Cada lectura de esta obra dará pie a otras posibles lecturas; así pues, no me detendré más con ella, ya que siguen construyéndose en mi interior causalidades paralelas, cada vez que la pienso o me piensa (la obra quiero decir), donde nuevos personajes cambian y viejos se transforman tras la mordida inquebrantable del beso vampírico. Mas hablando de cambio, ahí está el Libro de Manuel, para muchos el menos conseguido de los libros de Julio Cortázar, para otros (como yo) lectura necesaria, imprescindible y eficaz. Revolución Cubana, Mayo del 68, Primavera de Praga,... movimientos sociales, de masa, de consciencia. Inevitable que un escritor como Cortázar, prestidigitador, mago del juego y de lo narrado o por narrar, se hiciera eco de estos cambios. Atacado por cierto sector que critica el hecho de que los personajes sean poco realistas, yo me pregunto ¿personajes realistas en la obra de Cortázar? Aún así, lo que se narra en el pozo oscuro de la obviedad, no es más que la forma en la que podemos dejar constancia con nuestros gestos, con nuestras obras, (con recortes de prensa, que Manuel leerá... o eso esperamos todos) del día a día, de la vergüenza de este mundo que llamamos civilizado, de sus licencias, de sus tumultos, de sus vivos, y más aún de sus muertos, de sus gritos y sus silencios, de su mirada esquiva, de su perdón imperdonable, del sexo desalentado, y del aliento vampírico que, por qué no, todo lo cambia. Compromiso desde dentro, desde las profundidades de nosotros mismos, eso es lo que nos pide Julio Cortázar, no sólo con el Libro de Manuel sino también, si cabe, desde toda su obra, desde el juego.
No debemos olvidar, bajo ningún pretexto, la historia. Abu Ghraib, Guantánamo,.... y un triste y largo etcétera.
Samuel

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